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Soltar las riendas e ir a Nepal #HistoriasdeComercioJusto

El Comercio Justo me había despertado curiosidad en su momento, pero se mantuvo latente durante un tiempo. Mi gran pasión siempre fueron las Empresas Sociales, el Comercio Justo simplemente reapareció en mi vida como una especie de “serendipia”.


En el 2015 había viajado al otro lado del continente con dos objetivos muy específicos en mente: aprender en profundidad todo lo que pudiera sobre Empresas Sociales y conocer los Himalayas. La idea de pasar tres meses en Bangladesh era para lograr el primer objetivo, y la vuelta a Argentina desde India, era porque quería lograr el segundo.


Estando en Dhaka me di cuenta rápido que no lograría el primer objetivo de manera exitosa, por eso decidí cambiar de planes sobre la marcha, acá cuento un poco por qué. Estando en Bangladesh, mi amiga Marisela me invitó a sumarme a un proyecto del que ella participaría, que se desarrollaría en Nepal, en donde un grupo de mujeres rurales iban a estar capacitándose para volverse y aprender a vender lámparas, linternas y sistemas solares domiciliarios para llevar luz a sus comunidades. Ese grupo de mujeres eran unas leonas de montaña que me demostraron que con las herramientas correctas y una buena dosis de empoderamiento, todo es posible.


Ahí estaba, en el balcón del hotel a las afueras de Katmandú en donde se había llevado a cabo la capacitación, con una satisfactoria sensación de haber logrado el cometido y la incertidumbre que empezaba a acecharme. A los pocos días volvería a Nueva Delhi, con un pasaje de vuelta para dentro de unos dos meses y sin muchas certezas de cómo proseguían los próximos meses. Con un té calentito, la vista del cordón de montañas con picos nevados de fondo y una conexión a internet intermitente me dispuse a buscar organizaciones que trabajaran con Empresas Sociales en India. 

“No sé qué voy a hacer en India, pero al menos sé cómo moverme, Delhi es mi segunda casa” me decía a mi misma. Mi mente vacilaba entre la ansiedad de la incertidumbre, la sed por aprender y el confort de saber que volvería a un lugar que ya sentía como casa. Esta vez no quería estudiar, había tenido la oportunidad de hacerlo con una beca en una de las mejores universidades de negocio de Francia y me había faltado “calle” para terminar de internalizar lo que había aprendido sobre Empresas Sociales. Quería sumergirme en el terreno, hablar de primera mano con aquellas personas que crearon empresas que nacieron para resolver problemas sociales, conocer cómo se transformaban las comunidades a partir de su intervención y cómo funcionaba aquel concepto que sonaba utópico desde los libros.


Navegando en internet me encontré con una organización que reunía a más de 250 organizaciones certificadas en Comercio Justo, muchas de ellas Empresas Sociales. Enseguida me contacté con ellos, les conté sobre mi intención de conocer en profundidad algunas de las Empresas Sociales de su red y quedamos en reunirnos cuando llegara a Nueva Delhi. Si hay algo que aprendí viviendo en India es cuán importante es que las primeras reuniones sean presenciales. Más que en cualquier otro país, en India las primeras impresiones son fundamentales para definir el futuro de una relación o alianza. La intuición juega un papel preponderante y sentir la energía de la persona antes de avanzar en proyectos, es un lenguaje común, desde los ámbitos más formales a los más informales.

Lo primero que hice cuando llegué a Delhi es ir a la oficina de la organización. Con un poco de nervios, esperé a que llegara Mallikarjuna, el presidente de la red, con quien me reuniría. Cuando llegó, me estrechó su mano y con una gran sonrisa me preguntó qué me había llevado hasta ahí. “Viví un año en Delhi anteriormente, vengo de Bangladesh y Nepal, pude estudiar sobre Empresas Sociales en Francia, vengo formándome en el tema hace un par de años y quiero aprender en profundidad cómo funcionan y cómo son las Empresas Sociales en el campo. No conozco mucho sobre Comercio Justo, pero me parece interesante” le cuento.


“¡Excelente! Nosotros nos especializamos en Comercio Justo, tenemos una red de organizaciones de las cuales muchas de ellas son Empresas Sociales. No conocemos tanto sobre las teorías de las Empresas Sociales, pero si del Comercio Justo” me dice. Le empiezo a hacer mil preguntas sobre el Comercio Justo, sobre la red de organizaciones, cómo generan su impacto, hasta que me frena: “wait a second..." me dice.


Un pequeño silencio dejó entrever el entusiasmo por saber más de ambos lados y dió lugar a que la idea que estaba rondando en su cabeza se formara para decirme “¿por qué no hacemos una investigación en conjunto en donde puedas analizar cómo la certificación del Comercio Justo le aporta valor a las Empresas Sociales? A nosotros nos serviría mucho porque no hemos hecho un análisis de ese tipo, podríamos aprovechar para mapear algunas de sus necesidades y te brindaríamos acceso a absolutamente todo lo que necesites para hacer la investigación. Podríamos cubrirte los costos de viajar a visitar las organizaciones y a cambio te pediríamos que nos ayudes con algunas cuestiones de comunicación que nos faltan definir. ¿Qué te parece?”

Un cosquilleo de emoción en la punta de mi nariz me indicaba que la propuesta era casi tan entusiasmante como surrealista. ¿Viajar, leer un montón, investigar, analizar, escribir y estar con la gente? Lo que me estaba proponiendo era todo lo que quería hacer y no había logrado encausar en cómo hacerlo. “¡Tenemos un trato! Le digo”, nos estrechamos la mano sonriendo y prometí volver con un plan de trabajo la siguiente semana. Bajé esos cuatro pisos por escalera con tanta felicidad que no entraba en una sola sonrisa. Caminé las 12 cuadras hasta mi casa viajando entre mis pensamientos y creando cuadros sinópticos imaginarios de cómo comenzaría esa investigación. Sabía que lo que venía era bueno pero poco sabía cuánto me marcaría en mi vida personal y profesional lo que estaba a punto de comenzar.


El Comercio Justo no sólo me empezaba a traer una nueva mirada sobre lo que creía que conocía, sino que también me demostraba que las cosas se pueden hacer de otra manera y que a veces, soltando un poco las riendas, podemos llegar a nuevos caminos que nos ofrecen mucho para aprender.


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