Hoy se celebra el Día Mundial de los Refugiados, que busca concientizar sobre la crisis existente respecto a la gobernabilidad de las migraciones y el refugio, y honrar la resiliencia y valentía de las miles de personas que abandonan sus hogares para sobrevivir.
Hay más de 26 millones de personas en el mundo - y se dice que con la reciente guerra en Ucrania el número asciende a 100 - que cada año tienen que dejar todo lo que tienen y comenzar de cero en un nuevo país. La mayoría de ellas escapa de situaciones de violencia a causa de conflictos, persecuciones por ideología, religión, política, o violaciones a los derechos humanos.
Algunas personas son ubicadas rápidamente en sus países de acogida, y otras pasan meses, e incluso años, en campamentos de refugiados. La primera vez que fui a uno de ellos, fue de la mano de Fair Trade Forum India, dentro de un proyecto financiado por ACNUR / UNHCR en Nueva Delhi. Mi rol allí sería hacer una inmersión en la comunidad y en sus historias, para luego crear la marca de un banco de microfinanzas que les permitiría tomar pequeños préstamos para formar emprendimientos (acá cuento un poco más sobre eso).
En el campamento habían varias personas de Myanmar que fueron apoyadas por familias musulmanas que vivían en India. Serían unas 300 personas, muchas de ellas menores de edad, que se vieron forzadas a dejar todo lo que tenían porque estaban siendo víctimas de un conflicto violento originado en diferencias religiosas. Perdieron absolutamente todo y se vieron forzadas a recomenzar con la incertidumbre como única certeza. Aprendí mucho durante la inmersión en el campamento, pero sobre todo hubieron 3 mujeres que me marcaron y me llevaron a reflexionar. Me gustaría compartir qué aprendí de ellas, qué preguntas me despertaron, y aportar mi granito de arena para visibilizar las historias detrás de las alarmantes cifras de personas refugiadas que crecen día a día en los diferentes continentes.
1. A smile from a veil?
Roger Waters empezó a sonar en mi cabeza preguntando “¿crees que puedes distinguir una sonrisa de un velo?” Y me respuesta fue: sí, claro que sí. Los ojos sonríen, las miradas tienen la capacidad de dialogar con una pureza tan única, que ninguna palabra podría reemplazar. Yo cargaba mi cámara y ella me pidió que le sacara fotos. Solo hablamos con gestos a la distancia, pero nos entendimos. Posaba y se sonreía. Cuando le mostré la foto, se miraba en el visor y se reía tímidamente, con la inocencia de alguien que acababa de descubrir algo nuevo.
Para la comunidad, ese era un gran día. Se inauguraba un ciclo de capacitaciones junto con la apertura de un banco de microfinanzas que les permitiría tener una cuenta de banco grupal y comenzar a crear microemprendimientos. Tenían que juntarse en pequeños grupos que recibirían los préstamos, y que responderían entre sí para ir devolviéndolos a lo largo del tiempo.
Era la primera vez que una mujer iba a ser co-propietaria de una cuenta de banco y era un gran motivo para celebrar. Siendo una mujer musulmana, su campo de acción y posibilidades se veía ligado a las decisiones que tomara su marido. Pero esta vez algo había cambiado, se había dialogado con la comunidad, ella había levantado su voz y los hombres le permitieron formar parte del grupo. Ella sería la primera, estaba construyendo un camino, sentando un precedente, y quizás ni se había dado cuenta de ello.
Las demás mujeres la aplaudían, orgullosa de lo que había logrado. Su precedente estaba rompiendo con la norma establecida, lo que "siempre se había hecho así", para demostrar que se podían hacer las cosas de forma diferente. Se animó, y frente a las adversidades, dio un paso hacia adelante y dejó asentada su participación con su firma.
A veces hay que tomar decisiones difíciles aunque nos paralice el miedo, pero si no lo hacemos, nada cambia. Su historia me hizo pensar mucho en cuán importante es hacer del miedo un incentivo y no un obstáculo. Cuántas situaciones esquivamos por el miedo, incluso, de lograr lo que nos proponemos, cuántas veces toleramos injusticias por no querer ser disruptivos, y cuántas oportunidades dejamos ir en frente de nuestras narices por miedo a agarrarlas. La primera pregunta que me invitó a la reflexión fue:
¿Qué vas a hacer hoy, aunque tengas miedo?⠀
2. Lo perfecto es enemigo de lo bueno
Así decía Voltaire. India es una de las naciones más emprendedoras del mundo. Hay emprendedores literalmente en todos lados. La motivación por emprender a veces es por subsistencia, otras por elección, pero incluso si estás 3500 mts arriba en la montaña, en India vas a encontrar a una persona vendiendo Masala chai (un té típico de India), generalmente con un profundo empeño y dedicación.
Ella también era parte de la comunidad de refugiados y cuando le preguntamos cómo había empezado y en qué consistía su emprendimiento, nos contaba orgullosa de los pasos que había ido dando. Tenía un pequeño restaurante en su ciudad, y ahora estaba empezando a rearmarse, habiendo podido llevar con ella no mucho más que sus recetas y sus manos cocineras. Se jactaba de hacer las mejores samosas del campamento (una especie de empanadas, que doy fe que eran espectaculares), y se reía cuando lo afirmaba. Las samosas son un plato típico tanto en Myanmar como en India, ideales para acompañar el té de la tarde, y su negocio era uno de los puntos de reunión de la comunidad.
¿Cuántas veces no empezamos un emprendimiento, proyecto, iniciativa, porque creemos que lo que tenemos o lo que somos “no es suficiente”?. “No sé por dónde arrancar”, “creo que mi idea no es muy buena”, “me falta aprender sobre x”, todos las semanas nos llegan este tipo de mensajes de emprendedores a las redes de Marcas que Marcan. Son infinitas las historias de las personas que son "casi-emprendedoras" porque siempre les falta algo para arrancar.
El exceso de información a veces genera un efecto parálisis, que evita que las personas empiecen a actuar por miedo a transitar lo desconocido y fallar. Algo que podemos aprender y admirar de aquellas personas que a veces pierden todo y tienen que comenzar de cero es la capacidad, o instinto de supervivencia, de enfrentarse a la incertidumbre, mirar qué herramientas tienen y empezar. Como sea, con lo que sea, pero empezar. “El primer paso no te lleva a donde quieres ir, pero te saca de donde estás”.
Su ejemplo me llevó a pensar en todo lo que he postergado por creer que no podía, no sabía, no era lo suficientemente “buena” y perderle el miedo a que las cosas no salgan como uno espera. La segunda pregunta que me provocó fue:
¿Qué venís postergando por creer que no sos suficiente? ¿Cuál es el primer paso que vas a dar?
3. "Es lo que hay"
A veces lo decimos de un modo despectivo, con el peso del conformismo que justifica una insatisfacción. ¿Y si solo cambiamos el tono? No hace falta cambiar la situación, sino la perspectiva desde la cual la vemos. A veces creemos que no podemos hacer más con lo que tenemos, que no podemos esperar más de nosotros mismos, ¡y cuánto nos equivocamos!
La tercera mujer que me encantó conocer en la comunidad, era una de las costureras. Consigo sólo había podido llevar un poco de ropa y su máquina de coser. La máquina fue la única pertenencia que priorizó a la hora de hacer el bolso rumbo al exilio. Una visionaria decisión, ya que le permitiría empezar a trabajar rápidamente haciendo arreglos y creando nuevas prendas para vender. Tal como había imaginado, en poco tiempo se volvió la costurera de la comunidad, y no sólo trabajaba para sus compañeros, sino que también le llevaban prendas para arreglar de pueblos cercanos.
Ella, junto con otras mujeres que conocían el oficio de costurera, capacitaron a más mujeres para que lo aprendieran. Dos años después de esa visita, me encontré con la grata sorpresa de que ya estaban produciendo bolsas de tela, reciclando bolsones de papa y retazos de tela de la industria textil, para volverlos productos que se vendían en una de las tiendas de Comercio Justo de Delhi.
Me llamó la atención que en el techo de su casa hubieran plantas, y cuando le pregunté por qué era, me contó que cultivaban zapallos en los techos, por la altura y el sol. Aprovechaba cada metro de su casa. Contaba con pocos recursos materiales, pero a cada uno de ellos los había sabido aprovechar al máximo.
Tenemos UN MONTÓN de herramientas, de recursos, de contactos, de habilidades, de posibilidades y a veces no lo valoramos. Generalmente nos enfocamos en lo que nos falta, más que en lo que tenemos. Por eso, la tercera pregunta que me llevó a la reflexión fue:
¿Con qué herramientas, recursos y conocimientos contas, que no estás valorando lo suficiente?
Si conociendo estas historias te preguntas ¿qué puedo hacer para contribuir #conlosrefugiados?, te comparto algunas ideas:
👉🏻 Identifica qué comunidades de personas refugiadas hay en tu país. Por ejemplo, en Argentina actualmente hay muchas personas refugiadas de Venezuela, en España de Senegal, en Alemania de Ucrania. Involúcrate con ellas. Conoce más en Acnur.org
👉🏻 Comprale a emprendimientos de refugiados o empresas sociales que trabajen con ellos, como @abrazo.cultural @mesabierta @refugeefriendly @made51_unhcr @topmanta_bcn
👉🏻 Involúcrate con las personas, conoce sus historias, sus necesidades, contrátalas para trabajar, visibiliza el tema.
👉🏻 Evita discriminar, frena y señala los mal llamados "chistes" racitas, y adopta una mirada compasiva hacia los demás.
¿Se te ocurre alguna otra manera de contribuir? Sumala en los comentarios.
Podés seguirme en https://www.instagram.com/jessioyarbide/ y te invito a conocer el proyecto que realizamos desde Marcas que Marcan junto a Seba Cener, con el apoyo de OIM, ACNUR, la Unión Europea y la Secretaría de DDHH, en donde relevamos historias de personas migrantes y refugiadas y las llevamos a las calles a través de murales: ENCONTRAR.
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