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Espiritualismo: ser... o no ser.

El hecho de referirse a alguien como espiritual a veces suele apegarse a percepciones que se relacionan a gurúes y maestros #espirituales, lejos de la gente común. “Ser espiritual” no implica pertenecer a ninguna religión, secta o grupo extraño con algún tipo de requisito y condición. Es tan simple como ser pero tan difícil como lograr ser.


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A medida que uno crece, la cultura, las normas y la sociedad no hacen más que construir un conjunto de percepciones y atribuciones que forjan lo que uno genera como personalidad. Uno adopta modelos de pensamiento que condicionan cómo uno se desarrolla, creyendo que uno es quien piensa que es y siendo quien uno cree que es, a partir de elegir qué pensar y qué hacer, según qué se ajusta más a uno y qué no. Uno es, sin preguntarse quién realmente es.


Desde el simple hecho de responder a la pregunta “¿quién sos?” con un nombre, un rol, una nacionalidad o una profesión, uno no hace más que condicionarse acorde a un contexto o situación. Pero realmente, ¿somos un nombre, un rol, una nacionalidad o una profesión? No. Eso es lo que pensamos que somos. Pero el hecho de pensar que somos algo, involucra a la mente, que no hace más que desorientar, confundir y llenar a uno de pensamientos que condicionan cómo actuar y qué actitud tiene uno hacia todo lo que lo rodea.


La #mente, al elegir qué pensar, dice cómo son las cosas, en vez de dejar que las cosas sean. La mente genera prejuicios y elige fundamentos para justificarlos, convence a uno de culpar en vez de tomar responsabilidades, y sobre todo, genera sufrimiento. Al generar expectativas y planificar aunque sea utópicamente cómo tienen que ser las cosas, no hacen más que dejar a uno parado sobre un terreno endeble que puede devenir en alegría pasajera en el mejor de los casos, o frustración e impotencia, que deviene en sufrimiento. El poder de la mente es peligroso, ya que es capaz de hacer que uno sea, sin realmente saber quién es. Vivimos creyendo ser quienes somos, cuando realmente uno es quien la mente quiere que sea. El verdadero desafío del ser está en dejar a la mente ser. Es una de las tareas más difíciles pero de seguro que es la respuesta a toda pregunta existencial. Para poder dejar a la mente ser, no hay que hacer más que accionar el botón de “stand by” y dejar que los pensamientos fluyan y se vayan. Implica desapegarse de las cosas y las personas, dejar ir cualquier tipo de angustia, enojo o rencor, porque casi toda emoción o sensación que uno sienta, sólo forma parte del pasado, por ende no contribuye a que uno sea, acá y ahora. Dejar a la mente ser implica escaparse de la zona de confort generada por todos esos pensamientos que le dicen a uno quién es y cómo es, y realmente ser y hacer según lo que uno siente y no lo que piensa. Es tan simple y tan complicado de lograr a la vez, que si uno está dispuesto a animarse a elegir ese camino, le puede llegar a ocupar toda la vida en la propia búsqueda. #Ser, no deja lugar para ser conformista, pesimista o quejoso crónico, porque es siendo que uno entiende y acepta que todo lo que pasa en la vida es responsabilidad de uno, y como tal, depende de cómo uno sea capaz de ver lo que lo rodea, y enfrentar las situaciones, el resultado que uno pueda lograr. Todas, TODAS las personas somos capaces de cambiar la situación en la que estamos, pero depende de cuán cómodos seamos. La opción entre justificar la situación de uno por factores externos o comprender que todo lo externo proviene de la manera en que uno, internamente, perciba el mundo, siempre está.

Ser, implica escuchar antes de hablar, empatizar antes de juzgar, quererse antes de querer, vivir con amor en vez de buscarlo en otras personas, dando sin esperar absolutamente nada a cambio, estar presente en cada momento en vez de estarlo ayer o mañana, dominar a la mente en vez de ser dominado por la misma, sonreír en vez de sufrir, y sobre todo, remover todas aquellas cosas y pensamientos que no suman en la vida de uno, porque es ahí que uno se encuentra. A veces ocupamos más tiempo pensando, que en pensar en dejar las cosas ser, en conectar, y en fluir. Es sólo cuando uno es capaz de explotar su máximo potencial – y ser- que uno puede escuchar la voz más interna que se expresa en forma de #intuición. La intuición nunca se equivoca, pero casi siempre va a luchar con la mente. Está en uno decidir quién gana la lucha, y así optar entre ser o no ser, después de todo, esa es la cuestión.


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